miércoles, 8 de octubre de 2014

Primera Ruta: Los Guido x Cementerio

Joseph y Matías ayudándonos a limpiar el lugar, Los Guido de Desamparados, Fotografía propia.

No me había dado cuenta de la ternura de esa mirada; ni de la malicia de la otra.

Íbamos a hacer una avenida. Íbamos a botar casas y sacar gente; veníamos de La Muni e íbamos a hacer un parque; y ese parque iba a ser un fracaso. Porque así pasó hace poco, La Muni adoquinó una calle y se llenó de chusma, y los adoquines poco a poco ya empezaron a desaparecer. Ya se entretejía el rumor y la expectativa, y nosotros no habíamos hecho nada; nada, mas que tomar fotos a lo loco y andar por ahí en grupos de diez señalando todo con pinta de gringos. Cómo hacerles ver que no hay mucho que nos diferencia (también somos ticos), que en realidad somos primerizos de la U y no tenemos plata (ni un cinco), y que con eso (ni un cinco) pretendemos hacer algo como lo de la avenida, pero con un impacto más efectivo. 

Pasar del compromiso con nuestro promedio ponderado al compromiso con un auténtico micromundo, supone algo de madurez, creo; y de fijo: algo de vocación. Hay que decirlo, una semana no es suficiente; el proceso se sintió casi improvisado para una propuesta que ponía en juego cualidades tan importantes: la vocación por la arquitectura y la responsabilidad hacia un espacio que no es de nosotros y, sobre todo, que es real. Sin embargo, el proceso existió; y mientras haya proceso, hay aprendizajes:

La realidad existe. Hacer que el análisis hecho en clase calce con la vida que está afuera (para lo que fue hecho) pareciera ser el gran reto. Acá, donde un clic en SketchUp me puede costar jalar cinco carretilos de tierra debajo del aguacero, es donde se empieza a tener cierta sensibilidad sobre lo que implica imaginar sobre un mundo que es real. Como arquitecto viviré siempre imaginando; pero también la tarea de la profesión está en traer esos sueños a la vida útil y cotidiana. Nos posamos en la balanza entre nuestra capacidad imaginativa y nuestra capacidad pragmática. Sueño y realidad: nos tocó ganarnos la vida soñando. ¿Cómo se conjuga la imaginación con la complejidad de la vida? 

Yo, en medio de las implicaciones de la vida real. Fotografía por Estefany Ramirez.
Somos de la misma carne. Doña Jenny nos abría la puerta con una cara antipática y nos respondía con tono seco, como si fuéramos a adoquinar su casa. Poco a poco, conforme le hablábamos del proyecto, del peligro de los niños jugando en la calle, de proteger su jardín; su cara iba mutando hasta aparecer frente a nosotros una señora dispuesta a ayudarnos y dispuesta a regalarnos diez varas de bambú de tres metros cada una. Hay que ser sigiloso para entender; por ahora objetivo más que subjetivo, hablar con tacto para convencer, generar empatía para dialogar.

Tomando café en casa de Doña Vera. Nadie sabe quién tomó la foto.
Se trabaja con lo que hay. Los Guido pareciera hecho a mano. Es que, efectivamente, Los Guido se ha hecho por sí solo; es la política de la escasez. Se hace algo o se hace algo; porque hay que vivir; y con lo que hay se vive, con lo que hay se come, con lo que hay se construye. A nosotros nos tocó insertarnos dentro de esta política, lo que fuese que hiciéramos se haría con sobriedad (el taller tampoco tiene plata); además, la tarea no trata, en su esencia, de hacer un espacio "bonito" (y caro), sino de crear un proceso constructivo que nos permita vivirlo; pues, al final, esa vivencia nos deja más que un producto acabado. Las calles de adoquines salen muy caras; la vivencia la crea cualquiera, cuando quiera y con lo que hay.

Más allá de lo construido. Se gastan millones adoquinando pero la gente sigue igual. ¿Qué le hace falta a estos espacios para realmente aportar algo? Quizá, en lo pequeño y en lo cercano también podemos crear impactos; que más que construir, den vida. Olvidar el producto que vendemos, supuestamente, los arquitectos. Lo necesario es la construcción de, aunque sea, un momento. Quizá el momento que construimos existió solo para demostrar que se puede hacer algo; algo respecto a un sentimiento, a un pensamiento, a una necesidad. Se puede hacer algo sin arquitectos, se puede hacer algo sin La Muni. Con lo que hay se puede hacer algo para que el sentimiento no se nos quede ahí guardado. 

Don Ruperto ayudándo a limpiar el lugar. Fotografía por Katherina Boeglin.
Síntesis de lo construido.

Jardín construido.

Jardín construido.

Una de las barreras construidas.
Los Guido suena a chusma, y eso nadie se lo va a quitar; sin embargo, nos tocó ir más allá de las primeras conjeturas, encontrar algo más. Doña Vera nos pidió que le hiciéramos un arco en el frente de su jardín para después llenarlo con plantas; no pudimos, no nos dio tiempo. Sin embargo, igual nos dio (a las veinte jupas) cafecito con pan cada uno de los días de trabajo y nos ofreció visitar a su hija con casa en la playa para cuando los de la U quisiéramos ir de vacaciones a hacer una parrillada.